Angustiado tras ver que en repetidas oportunidades a su padre lo regresaban a la casa, desvencijado, transportado en un camión amarrado de la Central de Tumaco, mientras intentaban reanimarlo a través de la ingesta de agua con sal, Víctor Manuel decidió insertarse en un cañaduzal. Fue cuando comprobó la inhumana rutina laboral de su viejo; en un ‘horno’ a la intemperie, boleando peinilla a lado y lado. El trabajo al destajo no le permitía una pausa ni para alimentarse.
Tiznado, con un hormigueo que recorría su cuerpo y apesadumbrado, salió el joven palmirano de los inmensos sembrados de donde procede la dulzura del Valle del Cauca. De allí provenía la mayor parte de su sustento y el de sus nueve hermanos. El restante, se lo rebuscaba su mamá, haciendo equilibrio con un platón en su cabeza, mientras gritaba por las calles de la ‘Villa de las palmas’: “chontaduros, con sal y miel, lleven los chontaduros”.
Don Seferino Ramos les recalcaba a sus hijos, “yo no quiero que ustedes tengan una vida tan sufrida como la mía”, mientras doña Elvia Vergara les insistía, “estudien para que sean alguien en la vida”. Las mayores esperanzas de la matrona, natural de Timbiquí, Cauca, estaban centradas en el menor, quien se apropió de su nombre luego de que su ‘vieja’ le comentara que lo registraron Víctor, en honor a su abuela materna, Victoria. Y le auguró que sería “victorioso”.
Deseoso de corresponder a las expectativas de su mamá y de superar tanta precariedad, Víctor Manuel se recorría a pie, más de 20 kilómetros al día. Y aunque le ardía el estómago de la fatiga, sacaba fuerzas para estudiar y entrenar. Al tiempo, se preguntaba, ‘cuándo pasará todo esto’. Más no desfallecía.
Se graduó como tecnólogo en deportes, del colegio Cárdenas de Mirriñao. Se consolidó como basquetbolista. Se consagró en la Selección Valle, en las competencias de 110 metros vallas y lanzamiento de disco, siendo campeón, con Palmira, de los Juegos Departamentales. Además, le sobraba tenacidad para dedicar los fines de semana a arbitrar los partidos de basquet y fútbol. Vivía con la prisa que se precisa para revertir la adversidad.
No había espacio para el descanso. No obstante, el fatal desenlace de su entonces compañero Ramiro Cifuentes, lo forzó a hacer una ligera detención. Juntos estudiaban Educación Física en la Unidad Central del Valle del Cauca (Uceva), en Tuluá. La jornada académica diaria terminaba cerca de las 10:00 p.m. A esa hora no había transporte público con destino a Palmira. ‘Tirar dedo’ era la única alternativa. Una de esas tantas noches, Ramiro cayó del platón de una camioneta y perdió la vida. El luto, generó que Víctor Manuel cancelara sus estudios.
Recobró ánimo y volvió a la academia. Se graduó de Licenciado en Educación Física, en la Coporación Universitaria Cenda, en Cali. Al tiempo, ejercía como entrenador de la selección de baloncesto del municipio, y laboraba en la Universidad del Valle como profesor de deportes formativos. Su rutina no variaba, entre el trabajo y el estudio. Pero Víctor Manuel quería llegar más lejos. Fue cuando fijó su mirada en España.
En Valencia (España), además de lograr la homologación de su carrera, por parte del Ministerio de Educación y Ciencias, se especializó en Gerencia Pública y Alta Gerencia y Desarrollo Deportivo. Luego, cursó una Maestría en Administración y Dirección de Empresas. Admirado por el modelo de transformación turística y urbana de María Rita Barberá, quien se mantuvo 24 años en la Alcaldía de la denominada ‘Capital del Turia’, a su regreso a Palmira, implementó una estrategia similar, fundamentada en un modelo de promoción del deporte de alto rendimiento.
Entonces, proyectó a los deportistas palmiranos en la búsqueda de registros nacionales e internacionales; consolidó un equipo interdisciplinario de apoyo a los atletas; logró la puesta a punto de los escenarios y lideró una gran cruzada para que el Imder ampliara el impacto social, que para el 2010, cuando Víctor Manuel llegó a la gerencia de la entidad, sólo brindaba oportunidades al 2% de la comunidad.
El Licenciado Víctor Manuel, fortaleció una ambiciosa estrategia en pos del logro de lo que se suponía una utopía, ganar con Palmira los Juegos Departamentales. Y el 8 de diciembre de 2013, se constituyeron en los reyes del deporte vallecaucano, por segunda vez en la historia. Registraron 105 medallas de oro, diez más que Cali.
Nostálgico el ideologo del título, rememoró el presagio de su mamá, ‘la victoria lo acompañaría en su vida’. Desde esa ruidosa gesta, crecieron los beneficios para los atletas Palmirano, y les otorgaron ocho casas a los de más altos logros y mayor vulnerabilidad social. A su vez, Víctor Ramos aumentó su brillo; amplió la cobertura deportiva hasta el 65% de la población. Y se erigió en el primer palmirano en ser presidente de una federación nacional (Balonmano) y en integrar un comité internacional. En 2016, realizaron el Mejor Evento Continental y en 2020, lo distinguieron por liderar la Federación con Mayor Desarrollo Deportivo. El estudio, la persistencia, la disciplina y la innovación, además de conllevarlo a superar la vulnerabilidad, le han hecho un victorioso.