Cuando Noruega selló su clasificación para la Copa del Mundo 2026 con una memorable victoria por 4-1 ante Italia, no solo celebró el fin de una sequía de 28 años. También se encendió un vínculo especial entre pasado y presente: el apellido Haaland, por el que el fútbol noruego volverá a escuchar ecos en un Mundial, aunque con un protagonista diferente.

En 1994, fue Alf Inge Haaland quien llevaba ese nombre en la camiseta de la selección noruega. El padre de Erling no solo disputó aquel Mundial celebrado en Estados Unidos, sino que ya había dejado una huella importante en Inglaterra: su paso por la Premier League en clubes como Nottingham Forest y Leeds le dio experiencia y carácter.

Más de tres décadas después, su hijo Erling Braut Haaland lidera la nueva era vikinga. Con goles, récords y una autoridad de líder, se ha convertido en el máximo referente de Noruega, llevando al equipo de vuelta a la élite mundial. En las eliminatorias para el Mundial 2026, Erling ha marcado de forma explosiva: su triplete ante Israel lo posicionó como uno de los goleadores más rápidos en la historia de su selección.

El escenario parece casi simbólico: el apellido Haaland vuelve al Mundial en territorios muy parecidos a los que pisó Alfie en 1994, cerrando un círculo familiar, pero también deportivo. Noruega no participaba en una Copa del Mundo desde 1998, cuando Erling aún no había nacido.

Para Erling, esta oportunidad no es solo un logro personal: es el legado de su padre, vivo y activo. De hecho, el delantero del Manchester City ha rendido homenaje a sus raíces al modificar su camiseta para llevar ambos apellidos, un gesto que demuestra orgullo familiar y conexión con la historia de su linaje.

Por su parte, Alfie seguramente observa con emoción cómo su hijo recorre un camino que él una vez transitó. No es solo la historia de un legado deportivo, sino la de un sueño compartido entre padre e hijo, tejido con sacrificios, generaciones y la pasión por la camiseta noruega.

En 2026, los Haaland estarán otra vez bajo la luz del Mundial. Esta vez, con Erling como protagonista. Y esa herencia, tan simbólica como poderosa, le da a la selección noruega una narrativa tan emotiva como competitiva.